Tinte lento o tinte solar

En noviembre de 2021 decidí hacer un experimento para saber si el sol tenía una real influencia en el proceso de teñido. A continuación enumero los pasos que seguí para conseguir resultados y al final al un breve video que resume todo:

  • Preparé muestras de tela de algodon, de lino, hebras de lana de alpaca y lana de oveja. Las mordenté con alumbre potásico. Si quieres saber por qué tenemos que usarlo, la respuesta es simple: sin mordientes el color no dura despues de una o más lavadas.
  • Como quería motivos y un poco de variedad, doble y cosí algunas de las muestras según las técnicas shibori. Lo hice a sabiendas de que si las telas iban a estar sumergidas en el tinte por varios meses, éste iba a penetrar en los pliegues. Mi curiosidad pudo más que la lógica y mi propia experiencia.
  • Escogí trabajar con hojas de roble y cáscaras de cebolla. Es verdad que las bellotas tienen mucho más contenido de taninos que el resto del arbol pero nunca había utilizado hojas y me dije «¿por qué no?». Las cáscaras de cebolla son uno de los materiales tintóreos más accesibles, seguros y baratos. Son un tesoro para los interesados en teñir con plantas pues tienen muchos taninos.
  • Metí las muestras de tela y lana en frascos reciclados de vidrio limpios. Mi prueba era comparar las muestras expuestas al sol con otras que no iban a recibir nada de sol.
  • Añadí agua a unos 60°C aproximadamente. Era agua del caño/grifo, cerré las tapas y agité cada unos de los frascos. Otra opción es calentar el agua a una temperatura que sea un poco más que tibia o sea soportable al meter las manos.
  • Para ver también si había cambios en la intensidad de los tintes, destiné dos frascos con ambas plantas (cáscaras de cebolla y hojas de roble) para una exposición directa al sol y los otros dos los coloqué en el sótano, al lado de la lavadora (es poco glamoroso pero así fue).
  • Ahora lo único que tenía que hacer era esperar. Al cabo de 5 meses, destapé los frascos, llevé los restos de cáscara de cebolla y hojas de roble al lugar de compostaje y los observé las muestras.
  • Para ver como reaccionaban con modificador de color, las sumergí en agua con sulfato ferroso aunque hubiera podido también utilizar acetato de fierro (nuestra casera e infaltable agua de fierro). Los colores se oscurecieron un poco.
  • Después las enjuagué bien y abrí las muestras que seguían dobladas o cosidas. Pude ver entonces que efectivamente, las muestras teñidas con cebolla tenían más color y aquellas con técnicas shibori parecían estampados botánicos.

Lo que pude observar:

Teniendo que en cuenta que mi experimento comenzó a casi principios del invierno y terminó a mediados de primavera, es evidente que los frascos que se quedaron afuera recibieron luz solar pero también sufrieron muchos cambios de temperatura, incluso hielo o sea bajo 0°C y el frío de la noche y claro, del invierno. En cambio los otros, los del sótano, no recibieron luz solar directa pero estuvieron con una temperatura constante a lo largo de todo el periodo del experimento, es decir entre 14°C y 16°C.

Honestamente imaginaba que los colores iban a ser más intensos. Las hojas de roble no dieron realmente gran color en comparación con las cáscaras de cebolla, que en menos de dos meses se volvieron casi negras y dieron un tinte más oscuro e interesante.

Mi sorpresa fue ver que ambas muestras (con sol y sin él) tenían resultados muy similares. Es más, las muestras que se quedaron en la oscuridad son ligeramente más intensas pero las que estuvieron expuestas al sol tienen un color ligeramente rojizo.

Podría deducir que la luz del sol no tendría gran influencia en la eficacia del teñido, sin embargo el calor sí. Cuando hice mi otro experimento, mi frasco no solo estuvo al sol sino que eso fue en un periodo mucho más cálido, por lo tanto se calentó. No hay que olvidar tampoco que en ese trabajo usé cáscaras verdes de nueces, una materia de las más infalibles pues la pulpa de las cáscaras tiene muchos más taninos.

Para concluir, sé que para que mi experimento tenga valor científico tendría que hacerlo muchas veces y anotar muchas variables. Pienso que hacer este tipo de experiencia es realmente apasionante aunque hay que tener paciencia y ganas de querer hacerlo. Es posible que lo repita con otras plantas.

Creo que es el tipo de actividad que puede hacerse con niños (pueden anotar detalles o tomar fotos de los cambios). Además, todo el material es barato y esto hay que resaltarlo: no se requiere prácticamente energía fósil, por lo tanto ¡es sostenible y ecológico!

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